Leer es pasión...

En cada día de mi vida he experimentado diversas sensaciones, dolor, amor, amistad, respeto, odio y muchas que quizás son comunes durante la adolescencia, sin embargo no hay nada que me aparte de dos sentimientos que siempre estarán calados en las más sensibles fibras de mi castaña piel: el amor y la pasión por la lectura. El amor por un lado por ser el único sentimiento que te hace feliz a la vez que te hace sufrir, cuando amas con todas tus fuerzas puedes estar segura que te deparará un sufrimiento devastador, sin embargo al final podrás sentir satisfacción al saber que has amado. Pero la lectura es diferente, no siempre puedes disfrutar de algo que no te exija mucho a cambio; cuando lees tu imaginación viaja más allá que en cualquier otro momento, es un momento íntimo, en el que solo tu alma y tu imaginación están conectados, no hay intrusos, solo la sensación de que vives una vida diferente porque sientes que vives lo que lees.
Sí, leer es pasión y la mayor pasión sin reproches que hay en el mundo es LEER....
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sábado, julio 17, 2010

Reseña: "Las Cosas que no nos dijimos de Marc Levy"

Hace unos meses atrás comencé con un libro corto, pero de una historia conmovedora, ese libro es del autor francés Marc Levy y se llama Las Cosas que no nos dijimos.

Marc Levy
Las Cosas que no nos Dijimos

La nueva y sensacional novela del autor francés que ha cautivado al mundo.
Con más de 15 millones de ejemplares de sus novelas vendidos en todo el mundo, Marc Levy se ha convertido en un referente indiscutible de la literatura contemporánea. Con su nueva novela, Las cosas que no nos dijimos, Levy va un paso más al lá y arrastra al lector a un universo del que no querrá salir. Cuatro días antes de su boda, Julia recibe una llamada del secretario personal de Anthony Walsh, su padre. Walsh es un brillante hombre de negocios, pero siempre ha sido para Julia un padre ausente, y ahora llevan más de un año sin verse. Como Julia imaginaba, su padre no podrá asistir a la boda. Pero esta vez tiene una excusa incontestable: su padre ha muerto.

Mi Opinión
Para algunos es una novela aburrida, para otros sin sentido pero lo cierto es que para comprender el verdadero mensaje de esta historia tienes que haber pasado por situaciones similares con los padres.
Las relaciones paternales son una de las que más problemas presentan, a pesar de tener la misma sangre   atraves de las décadas los padres e hijos se empeñan en odiarse los unos con los otros y este es el tema central del libro, la historia de como Julia y su padre no tiene comunicación alguna y el mismo día de la boda de Julia su padre será enterrado.
La historia inicia en el momento en que Julia recibe la noticia que su padre murió y será enterrado el mismo día de su boda, para cualquier hija esta sería una noticia catastrófica pero a diferencia, Julia no sabe que sentir, si rabia, dolor o simplemente vació. Y eso es exactamente lo que sucede cuando la relación con tus padres no es la que debería ser.
Esa es la principal razón por la que me conecte tanto con el personaje de Julia, jamás he tenido una buena relación con mi madre y a mi padre no lo conocí y siempre he querido tener esa pequeña oportunidad que la vida le brinda a Julia de disfrutar un poco más de su padre.
Si hablamos de la escritura del libro tengo que alegar que si bien es cierto el escritor es un poco tajante en sus diálogos y un poco apresurado en echos es un gran escritor, por lo menos eso me parece porque supo tomar una historia y poco a poco te introduce otra sin que sepas en que terminará.
Sin duda alguna se los recomiendo, es un libro que todo padre e hijo debe leer para que comprenda un poco desde otro punto de vista los muchos errores que cometemos los hijos juzgando las actitudes de los padres y a su vez los padres tratando de dominar siempre la vida de los hijos.

Aquí les dejo mi parte favorita para que comprendan un poco los sentimientos que faltan cuando hace falta el padre...

Qu­i­eres que hab­le­mos a co­ra­zón abi­er­to, en­ton­ces me gus­ta­ría ha­cer­te una pre­gun­ta y que me pro­me­tas res­pon­der con sin­ce­ri­dad. ¿Cu­án­to ti­em­po hab­rá du­ra­do tu his­to­ria de amor más lar­ga? No te hab­lo de To­mas, ni de sen­ti­mi­en­tos so­ña­dos, si­no de una re­la­ci­ón vi­vi­da. ¿Dos, tres, cu­at­ro, cin­co años tal vez? Qué más da, di­cen que el amor du­ra si­ete años. Va­mos, sé sin­ce­ra y con­tés­ta­me. ¿Se­rí­as ca­paz du­ran­te si­ete años de ent­re­gar­te a al­gu­i­en sin re­ser­vas, de dar­lo to­do, sin lí­mi­tes, sin du­das ni te­mo­res, sa­bi­en­do que esa per­so­na a la que qu­i­eres más que a na­da en el mun­do ol­vi­da­rá ca­si to­do lo que hab­ré­is vi­vi­do jun­tos? ¿Acep­ta­rí­as que tus aten­ci­ones, tus ges­tos de amor se bor­ra­ran de su me­mo­ria, y que la na­tu­ra­le­za, a la que le hor­ro­ri­za el va­cío, lle­na­ra un día esa am­ne­sia con rep­roc­hes y an­he­los no cump­li­dos? Cons­ci­en­te de que to­do el­lo es ine­vi­tab­le, ¿encont­ra­rí­as pe­se a to­do la fu­er­za de le­van­tar­te en mi­tad de la noc­he cu­an­do la per­so­na a la que qu­i­eres ti­ene sed, o simp­le­men­te una pe­sa­dil­la? ¿Tend­rí­as ga­nas to­das las ma­ña­nas, de pre­pa­rar­le el de­sa­yu­no, de ve­lar por dist­ra­er­la to­do el día, di­ver­tir­la, le­er­le cu­en­tos cu­an­do se abur­ra, can­tar­le can­ci­ones, sa­lir por­que ne­ce­si­ta­rá que le dé el aire, inc­lu­so cu­an­do ha­ce un frío he­la­dor? Y, al lle­gar la noc­he, ¿igno­ra­rás el can­san­cio, irás a sen­tar­te al pie de su ca­ma pa­ra ap­la­car sus mi­edos y hab­lar­le de un por­ve­nir que, ir­re­me­di­ab­le­men­te, vi­vi­rá le­j­os de ti? Si tu res­pu­es­ta a ca­da una de esas pre­gun­tas es sí, en­ton­ces per­dó­na­me por ha­ber­te juz­ga­do mal, sa­bes de ver­dad lo que es amar. -¿Me es­tás hab­lan­do de ma­má?
    - No, qu­eri­da, te es­toy hab­lan­do de ti. Es­te amor que aca­bo de desc­ri­bir­te es el de un pad­re o una mad­re por sus hi­j­os. Cu­án­tos dí­as y cu­án­tas noc­hes pa­sa­dos ve­lan­do por vo­sot­ros, al acec­ho del más mí­ni­mo pe­lig­ro que pu­di­era ame­na­za­ros, mi­rán­do­os, ayu­dán­do­os a cre­cer, se­can­do vu­est­ras lág­ri­mas, ha­ci­én­do­os re­ír; cu­án­tos par­qu­es en in­vi­er­no y cu­án­tas pla­yas en ve­ra­no, cu­án­tos ki­ló­met­ros re­cor­ri­dos, cu­án­tas pa­lab­ras re­pe­ti­das, cu­án­to ti­em­po de­di­ca­do a vo­sot­ros. 



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